El domingo 10 de junio organizamos junto con el Centro Cultural Islámico de Fuenlabrada Al Umma, un iftar interreligioso enfocado especialmente a los más jóvenes.
Más del 40 personas nos acompañaron en esta velada en la que debatimos en grupos en los que había musulmanes, cristianos y judíos sobre los aspectos más desconocidos de las respectivas creencias, así como de qué manera trabajar juntos para hacer este mundo un lugar mejor.
La actividad facilitó que los asistentes intercambiaran opiniones y conocieran con más profundidad las prácticas religiosas de los demás.
Al final, compartimos el iftar, la comida de la ruptura del ayuno islámico, dando cierre a un evento muy enriquecedor para todos.
Anoche celebramos nuestra tradicional cena de Iftar, con que los musulmanes rompen en ayuno durante el mes santo del Ramadán.
En esta ocasión, Amanda Figueras fue la ponente invitada, que nos habló sobre su experiencia del ayuno y lo que significa para ella el Ramadán.
Aquí pueden leer todo el texto de su intervención.
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Por Amanda Figueras
Por mi profesión estoy acostumbrada a buscar títulos, formas de decir las cosas de una manera resumida, reflejar la esencia de algo en pocas palabras.
El otro día en una charla alguien se compadecía de los musulmanes por la dureza del ayuno y yo le dije que más que un sufrimiento, el ayuno en Ramadán es para nosotros una oportunidad.
Y eso es lo que he puesto en el encabezado de estas notas. Podría haber usado otros titulares como ‘un mes de ayuno para alimentar el alma’ o ‘el mes del perdón y la concordia’, por ejemplo. Pero me quedo con ‘Ramadán, el mes de las oportunidades’ porque de este bendito mes podemos sacar mucho provecho.
Es cierto, a veces pasamos hambre y sed, somos humanos, pero la fe nos hace las cosas más fáciles. Y pensar en la recompensa a nuestro esfuerzo nos hace más fuertes.
¿Sabían que en el paraíso hay una puerta por la que pasarán exclusivamente los ayunantes?
Un ángel dirá: “¿Dónde están aquellos que solían ayunar?”. Ellos se pondrán de pié, y nadie entrará por allí excepto ellos. Cuando hayan ingresado la puerta será cerrada y nadie más podrá entrar”. (Narrado por al-Bujari, 1763; Muslim, 1947)
Allah le ha prometido a los musulmanes una enorme recompensa por el ayuno, un acto de adoración que es uno de los cinco pilares del islam.
En los hadices, los dichos del profeta, podemos encontrar algunos detalles sobre esas recompensas. Por ejemplo:
"Quien ayune durante el mes de Ramadán con fe y buscando su recompensa, le serán perdonados sus pecados previos”. (Narrado por al-Bujari, al-Imán 37)
Allah dijo: “Cada acto que Le he ordenado a los Hijos de Adán es para su beneficio y les pertenece, excepto el ayuno que es para Mí y por el cual Yo lo recompensaré”.
El ayunante tendrá dos recompensas: una cuando rompe su ayuno, y la otra cuando se encuentre con Dios. Entonces, estará complacido a causa de su ayuno”
Yo hoy no les voy a hablar demasiado de la teoría, muchos de ustedes seguro que conocen este cuarto pilar del islam.
Los musulmanes tenemos la obligación de ayunar durante el noveno mes lunar, el mes de Ramadán, en el cual el Corán fue enviado a través del profeta Muhámmad "como guía para la humanidad" (2:185).
El ayuno es una práctica común también en otras religiones y comunidades. Allah dice: "¡Oh, creyentes! Se os prescribe el ayuno al igual que fue prescrito a quienes os precedieron, para que alcancéis la piedad" (Corán 2:183).
En mi libro, donde cuento mi camino hacia el islam y hablo de los retos de ser musulmán en Europa, he escrito sobre el ayuno y me gustaría compartirlo con ustedes.
“Tradicionalmente algunas sociedades han ayunado para «apaciguar» a sus dioses. Algunos pueblos lo hacían y lo hacen como una forma de penitencia, de expiación. Otros, como Gandhi, popularizó el ayuno como una forma de lucha política que sigue hoy vigente.
Cuando un nuevo musulmán se enfrenta al ayuno, el temor y la curiosidad afloran a partes iguales. Uno se pregunta si será capaz de soportar no comer ni beber entre el amanecer y la puesta del sol, pero también piensa sobre qué sentirá aparte de lo estrictamente físico.
Suele explicarse que el ayuno de los musulmanes sirve para purificar el alma y poner límite a las emociones humanas más incontrolables. En el islam, los objetivos del ayuno se han mantenido inalterados durante los siglos.
Principalmente, nos sirve para mejorar el autocontrol. No se trata de negar o eliminar las emociones y los deseos al modo monástico, ni tampoco de lo contrario, dejarse llevar por ellos de manera desenfrenada o irresponsable. El islam aboga por el término medio —es uno de sus principios— y, para esto, el ayuno de Ramadán es un buen entrenamiento.
Ayunar incluye también abstenerse de cualquier actividad sexual, otro ejercicio más para desarrollar la paciencia, clave en el islam. Uno entra en un estado en el que es más consciente de Allah, le envuelve una espiritualidad que lo ayuda a mejorar su conducta y un estado cuya llegada millones de musulmanes anhelan cada año.
Cuando no se ha vivido la experiencia, lo más normal es no entender cómo puede ser que los musulmanes deseemos la llegada de un mes en el que vamos a pasar hambre, sed y tendremos que reprimir algunos deseos.
La explicación es simple: ayunar en el islam no consiste solo en dejar de comer y beber, eso acaba siendo casi lo de menos, sino que se trata de alimentar el alma. Durante el Ramadán los musulmanes nos acercamos más a Allah, y somos más conscientes del sufrimiento que provoca la pobreza. Esto fue lo que más me impactó.
Antes de decidir abrazar el islam, durante ese largo proceso que acabó llevándome hasta aquí, quise probar el ayuno. A mis amigas musulmanas les preguntaba lo mismo que después otros me han preguntado a mí: ¿cómo puedes soportarlo?, ¿no te mueres de sed?, ¿puedes trabajar estando tantas horas sin comer?
Con una enorme sonrisa en la cara me aseguraban que no era para tanto y que estaban acostumbradas a hacerlo desde pequeñas, insistían en que era algo bonito y emocionante.
Quise probar, y lo hice con cierto escepticismo. El primer año ayuné durante unos días, después fui aumentando el tiempo a unas semanas, hasta que por fin llegó el año en el que ayuné el mes entero. Ciertamente puede compararse —por lo que me han contado— con terminar un maratón. Es un reto que te pones a ti mismo y no hay casi nada equiparable a la satisfacción de conseguirlo. Pero en este caso los creyentes sumamos la esperanza de que, además de los beneficios conseguidos aquí y ahora, también tendremos nuestra recompensa en el más allá.
No se me olvidará nunca lo que sentía cuando llegaba la horade desayunar aquellas primeras veces, con la llamada a la oración del Magreb —hay aplicaciones para móviles muy útiles que hacen las veces de muecín— cuando se pone el sol.
Primero, era alegría y emoción porque había ayunado y ya llegaba la hora de comer. Después, aflicción y tristeza porque yo comía mientras, un día más, tantísimos otros no tendrían nada o apenas nada que llevarse a la boca.
Si de algo estoy segura es de que la experiencia, aunque uno no sea musulmán, es enriquecedora. Porque no es igual pensar en la gente que pasa hambre que experimentarla uno mismo. La caridad adquiere otro sentido después de esto.
Una vez que mis jefes y compañeros directos supieron que ayunaba, tuve la suerte de que siempre intentaban ponerme el turno que me venía mejor, a menos que eso perjudicara a algún otro compañero. Yo siempre insistía en que, si no podía ser, no pasaba nada.
Es un mes muy importante para nosotros y me gusta poder compartirlo con otros musulmanes. En muchas mezquitas se preparan desayunos colectivos gratuitos y por la noche se llenan de gente para rezar el Tarauih, el rezo especial que se hace en Ramadán.”
Esta noche tengo el honor de poder compartir este iftar con todos ustedes. Espero que mis palabras y esta cena contribuyan a un mejor entendimiento entre todos y que juntos podamos hacer de este mundo un lugar mejor.
Y es que no es fácil ser musulmán en Europa, y lo cierto es que los terroristas nos ponen cada día la tarea más complicada.
Muchos sentimos que tenemos que explicarnos constantemente, justificarnos y demostrar que somos como cualquier otro ciudadano.
Otros se acaban hartando de estar siempre bajo la lupay adoptan la postura opuesta: "¿No me aceptas? Pues entonces no quiero que lo hagas y me esforzaré para que sientas que somos diferentes".
A los musulmanes se nos pide que estemos «integrados» mientras se nos considera ciudadanos de segunda. Toda una contradicción sobre la que, si protestamos, somos tachados de adoptar una posición victimista.
Tenemos que seguir luchando por nuestros derechos, sí, pero también debemos reconocer que cada día la sociedad está más preparada.
Muchos jóvenes musulmanes aprovechan estos días de Ramadán para hacer labores de voluntariado, se esfuerzan en vivir su religión siendo activos en la sociedad y aportando su con energía, entusiasmo y cariño.
Creo que nosotros los creyentes debemos ser como esos jóvenes y dar cada día lo mejor de nosotros. Tenemos que mostrar nuestros valores y ser ejemplo de lo que Allah nos pide: ser generosos, perdonar, cuidar de los nuestros y de los desfavorecidos. Tenemos que salir de este bendito mes con nuestras convicciones reforzadas, y mantener ese mismo espíritu el resto del año.
Quiera Allah guiarnos para que sirvamos de luz para los demás y para que logremos llenar de alegría el corazón de quienes nos rodean.
Quiera Allah dejarnos acabar este mes de Ramadán y que lleguemos al siguiente.